No nos damos cuenta de que son los propios celos los que
asesinan el amor pero no el deseo. Es este el verdadero castigo donde la pasión
es traicionada, odiando a la persona que rompió el pacto de dicho amor, pero el
deseo vive. Sigues deseando, imaginando a la otra persona porque su traición
fue la prueba de su propia pasión.
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