La lengua en la oreja es también el beso que más convence a quién se
muestra reacio a ser besado, a veces no son los ojos ni los dedos ni labios los
que vencen la resistencia, sino sólo la lengua que indaga y desarma, la que
susurra y besa, la que casi obliga. Escuchar es lo más peligroso, es saber, es estar
enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse
instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente
que va a escucharse...
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