A menudo intuyes que al otro lado de la puerta de tus dedos está el secreto del universo, una catarata de palabras perfectas, la obra esencial que da sentido a todo, pero luego, antes de que hayas tenido tiempo de hacer nada, antes de haber sido capaz de calcular su volumen y su forma, antes de haber podido comprender el sentido de su mirada taladradora, la prodigiosa bestia se sumerge y el mundo queda quieto y sordo y un vació.
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