"Aquel que solo sabe y recomienda hacer locuras sin que nadie entienda"

1 de junio de 2012

Aquel beso fugitivo


Y él me sonrió, con indulgencia o con esperanza o con ternura o con todo a la vez, y casi se me para el corazón, y si no se me paró fue porque ya no lo tenía dentro, estaba por allí, en algún sitio, invisible, y si lo viera me gustaría darle una patada por haberme abandonado, las cosas pasan por delante y hay que tirarse al cuello, porque la vida y las cosas no son como un carrusel, que pasan y vuelven a pasar, sino más bien como un tren, que pasa de largo y hay que subirse en marcha, porque el siguiente puede tardar mucho en llegar o incluso no llegar nunca, porque en la vida las cosas pasan y se ven, y por eso hay que ser valientes, y yo tengo miedo de quedarme solo, sin él, marinero en tierra, enamorado sin corazón y para besarle de una santa vez sobre pasando cualquier limitación, y aunque escasamente siete centímetros separaban nuestras bocas, sus labios finos y bonitos y delicados y los míos que no perderé tiempo en describir, aunque escasamente siete escasos centímetros los separaban, parecía un plano hecho a escalas inexistentes, porque tardaría una corta eternidad en recorrerlos, y por fin cubriría los 70 metros de distancia y nuestros labios se conocerían, las dos o tres primeras veces muy tímidamente, y después más profundamente. Y le besaría, le besaría como si tuviéramos los minutos contados, el mundo traicionado, el veneno en el estómago, y sentiría que ya no querría morir porque me querría con un amor loco y fugitivo y quizás un poquito desgraciado todavía, pero este beso duraría…


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